sábado, 26 de noviembre de 2016

Carta abierta a mi hermano de las Brigadas Internacionales



Marcos Ana ha muerto, pero su ejemplo sigue vivo. Aquí reproducimos esta carta suya a los voluntarios de las Brigadas Internacionales



Queridos camaradas:

Me gustaría escribiros a cada uno en vuestro propio idioma, o que todos recordarais  el español para poder expresaros más directamente el cariño y la admiración que siento por vosotros. Los idiomas deberían ser universales, como es el amor, la música o los grandes ideales. Sin embargo, durante el homenaje de noviembre, siempre que nos encontramos, utilizamos un idioma común a nuestros corazones, el idioma de la solidaridad humana, el lenguaje diferente y único de las Brigadas Internacionales. Y basta mirarnos, darnos un abrazo, para saber, sin decir una palabra,  que somos hermanos, ramas de un mismo tronco, hijos de una misma lucha por la libertad y la dignidad humana. Esta admiración, que crece en mí cada día, viene desde muy lejos, cuando  mi juventud nacía y mi corazón era un adolescente miliciano. 
Y yo ya no sé si admiro más en vosotros vuestra lucha heroica y romántica de ayer, cuando veníais a ofrecernos la vida si era necesario, o el hecho ejemplar de no haber  dejado parados vuestro corazón  y vuestra historia en las páginas del pasado y, 60 años después, algunos ya encorvados por el peso de la edad o de las enfermedades, continuar la lucha, con armas diferentes, pero con los mismos ideales, sin cambiar vuestro corazón de sitio. Vuestra consecuencia y lealtad es también un ejemplo para todos en este momento, cuando los metafísicos de la desesperanza devalúan las ideas o van a la deriva ante naufragios inesperados o decepciones personales o colectivas.  Los hombres pueden equivocarse, fracasar, incluso traicionarse a sí mismos, pero las ideas permanecen, están por encima de las circunstancias. Y los nobles ideales por los que vosotros luchasteis y muchos dieron su vida, seguirán abriendo camino al porvenir y alcanzarán un día la victoria. Si no lo vemos nosotros, lo verán nuestros hijos; pero es necesaria e inevitable, frente a esta sociedad insolidaria, una nueva primavera del mundo.

España ha demostrado una vez más que no os olvida. Y en tal medida que a todos nos sorprendió la clamorosa bienvenida que recibisteis. En medio de ese clamor popular y precisamente por eso no faltaron los que quisieron ignorarlo o falsear vuestra historia. Todavía hay gentes que van con la Noche a cuestas, vertiendo  su oscuridad sobre toda la luz que nace, o permanece, como la vuestra. Pero todos juntos no pesan lo que un minuto de vuestra vida, no valen lo que una palabra vuestra y jamás tendrán la fuerza necesaria para borraros de la historia, ni para arrancaros del corazón de nuestro pueblo.

Podéis sentiros orgullosos de vosotros mismos. Habéis alcanzado la inmortalidad en la memoria y en el corazón de las gentes. Lo más triste cuando se llega al atardecer de la vida es mirar atrás y no haber dejado huellas de nuestro paso. Pero vosotros habéis hecho camino, habéis dejado huellas imborrables en la Historia. Vuestra palabra está poblada de voces universales, ocupáis grandes espacios en la bibliografía mundial. Han cantado vuestra gesta  los poetas más grandes de nuestro tiempo, Alberti, Neruda, César Vallejo... Fuisteis un ejemplo ayer, lo sois hoy y lo seguiréis siendo para las generaciones venideras.

Bertold Brecht escribió un poema que se hizo emblemático para todos nosotros:

Hay hombres que luchan un año
y son buenos.
Hay otros que luchan muchos años
y son mejores.
Pero hay hombres que luchan siempre:
esos son imprescindibles.

Y a esa clase de hombres  y mujeres que luchan toda su vida pertenecéis vosotros, los brigadistas voluntarios de la libertad.

Quiero terminar esta carta, queridos hermanos, deseándoos mucha salud. La salud es la base material del revolucionario. Os pedimos que os cuidéis mucho. Apretad los puños y el corazón para seguir viviendo. Resistid, que esa es vuestra profesión, a la ofensiva de los años, de las enfermedades, de las frustraciones. Deseamos seguir teniéndoos a nuestro lado mucho tiempo. Queremos cruzar juntos las fronteras del año dos mil, para celebrar vuestro 65 aniversario  en el amanecer del siglo XXI. Con esa esperanza os abrazo.

Julio de 1997  [i]


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